La dislexia: Cómo ayudar a su hijo en la lectoescritura
Una definición sencilla de la dislexia dice que es el problema para aprender a leer que presentan algunos niños y niñas, con un coeficiente intelectual normal y sin la presencia de otros problemas físicos o psicológicos que puedan explicar las dificultades.
Se ha de tener en cuenta que aunque dislexia se refiera etimológicamente a problemas en la lectura, normalmente se presenta junto con dificultades en la escritura o disortografía. Por ello sería más lógico hablar de problemas para aprender a leer y escribir, o sea problemas en la lectoescritura.
Sin embargo, la existencia de la dislexia ha sido muy cuestionada. En algunos medios se mantienen actitudes opuestas al uso del término Dislexia, prefiriéndose otras denominaciones como Dificultades de Lectoescritura o Trastorno Específico de la Lectura
Aunque hay algunos autores que niegan la misma existencia del trastorno, se ha acumulado evidencia suficiente como para poder afirmar que efectivamente existe la dislexia, con una base neurológica clara.
También se defiende que en lugar de de dos grupos diferenciados (disléxicos y no disléxicos), podría existir una continuidad sin límites claros entre la dificultad severa para la lectura y la normalidad.
En lo que sí se está de acuerdo es en que, ya que este trastorno puede producirse antes de que la persona haya adquirido la lectura o después de adquirida, puede distinguirse entre dos tipos de dislexia:
-Dislexia adquirida: la sufrirían aquellas personas que tras haber logrado un determinado nivel lector, pierden algunas de estas habilidades como consecuencia de una lesión cerebral.
-Dislexia evolutiva: niños que sin ninguna razón aparente presentan dificultades especiales en el aprendizaje de la lectura. Esta es la dislexia a la que en adelante nos referiremos.
También hay que tener en cuenta que no toda dificultad en la lectura significa que nos encontremos ante un niño con dislexia. La lectura es una actividad muy compleja en cuyo aprendizaje es normal que en las primeras etapas aparezcan dificultades y errores que no tienen por qué indicar una futura dislexia. Muchos autores señalan que para ello tendría que producirse un retraso de dos años en relación al nivel esperado de lectura.
Hasta fechas relativamente recientes se ha venido pensando que la dislexia era un trastorno mucho más frecuente entre los niños que entre las niñas. Sin embargo, estudios mejor controlados estiman que el predominio en el sexo masculino es muy bajo.
A pesar de que está claro que la dislexia tiene un componente hereditario importante, no está demostrado el tipo de herencia por el que se rige.
Algunos estudios indican que el déficit cognitivo que produce la dislexia persiste a lo largo de la vida, aunque sus consecuencias y su expresión varían sensiblemente. Así, en los adultos disléxicos, suele existir un acceso a la lectura, aunque con menor fluidez y precisión que la que poseen los individuos no disléxicos, por lo cual requieren un mayor esfuerzo durante las actividades de lecto-escritura.
Las causas de la dislexia infantil siguen sin estar claras.
Una de las teorías que han estado más en boga en España ha sido la de que el origen de la dislexia residía en un trastorno perceptivo-visual. Así el motivo por el que los niños presentaban confusiones lectoras entre b-p, p-q, d-p, u-n, los-sol, etc., sería por dificultades en la percepción visual, debido a incapacidad para organizar espacialmente de forma adecuada el material a leer, sobre todo en sus aspectos de orientación derecha-izquierda, unido casi siempre a un conocimiento inadecuado del esquema corporal.
La dislexia también se ha achacado, entre otros factores, a un inadecuado movimiento ocular, a un menor rendimiento en la memoria, a un insuficiente desarrollo cerebral para integrar los estímulos auditivos y visuales, a problemas afectivos, a problemas pedagógicos o a deficiencias en el desarrollo del lenguaje.
Otra teoría afirma que muchas personas tienden a procesar la información de una forma visual o imaginativa. Es decir, elaboran su pensamiento primeramente a través de su inteligencia visual. Podríamos decir que su pensamiento produce una película continua. Y la película se interrumpe cada vez que deben leer una palabra abstracta, que no es fácilmente traducible.
Importantes trabajos recientes de revisión sobre el tema se inclinan de forma muy decidida por la hipótesis lingüística como base de la dislexia
Actualmente uno de los modelos más aceptados es el del modelo de lectura de doble ruta, según el cual, el lector utiliza dos vías para llegar al significado de las palabras que ve escritas:
-Ruta visual: consiste en comparar la forma ortográfica de la palabra escrita (secuencia de letras) con las representaciones de palabras de que disponemos en el léxico visual (a modo de "diccionario visual").
-Ruta fonológica: mediante el mecanismo de conversión de grafemas (letras) a fonemas (sonidos), se obtiene la pronunciación de la palabra, siendo así ésta identificada.
Se ha visto que los niños que presentan dificultades en la lectura pueden tener dañadas una (o ambas) de estas rutas, por lo que según las dificultades que presenten se puede hablar de tres tipos de dislexia:
-dislexia visual: la lectura siempre se produce por la ruta fonológica.
-dislexia fonológica: la lectura se produce por la ruta visual.
-dislexia mixta: se presentan problemas referentes a los dos subtipos anteriores.
El diagnóstico de dislexia se basa en la historia clínica y en las pruebas psicométricas. No existe en la actualidad ningún examen "biológico" que se pueda utilizar en la práctica clínica para establecer o confirmar el diagnóstico de dislexia.
Tampoco es posible en una edad temprana establecer con seguridad dicho diagnóstico.
El que un niño no aprenda a leer en la etapa de Infantil no tiene por qué indicar una futura dificultad grave, pues cada uno tiene su ritmo, y aunque los niños pueden escribir y leer desde el inicio de la escolaridad y no se debe frenar ni retrasar su aprendizaje, tampoco se puede forzar el aprendizaje precoz, ni clasificarlos ni exigirles a todos unos conocimientos iguales.
Además, no hay que olvidar que cuando un niño está aprendiendo la lectoescritura puede cometer muchos errores, por ejemplo, inversiones de letras al leer o escribir (SE por ES, SOL por LOS, etc.), pero esos fallos son normales y no deben alarmarnos.
En la etapa de Primaria es cuando puede establecerse con firmeza el diagnóstico de dislexia. Los síntomas más habituales son:
-Omisiones, substituciones, inversiones, distorsiones o adiciones de letras, sílabas y/o palabras.
-Rectificaciones, vacilaciones, silabeos y pérdidas de la línea, provocando lentitud lectora
La consecuencia de estas dificultades en la lectura mecánica es la falta de comprensión de lo leído.
De todos modos, a lo largo de la escolaridad se suele presentar la siguiente evolución:
-En los niveles inferiores (repetidores de segundo curso y tercero de Primaria) los alumnos con dificultad lectora no suelen dominar todas las correspondencias entre letras y sonidos.
-En niveles medios (tercero y cuarto de Primaria) los alumnos han aprendido dichas correspondencias, pero les cuesta trabajo automatizar la lectura de sílabas, siendo su lectura muy laboriosa y lenta.
-En los cursos superiores los alumnos presentan problemas en el reconocimiento de palabras completas, por lo que tienen que leer muy despacio para leer bien. Pero dado que las actividades escolares en los cursos superiores obligan a los alumnos a ser lectores exactos y rápidos, dicha presión provoca que modifiquen su manera de leer: dejan de usar la lectura secuencial, que es exacta pero ineficaz por su lentitud y utilizan el procesamiento de pistas fonéticas parciales y ortográficas globales pero incompletas, combinado con el uso de la adivinación. Como resultado, aumentan los errores, la ansiedad al darse cuenta de ellos, el rechazo a las tareas de lectura y como consecuencia las pocas oportunidades para automatizar el reconocimiento de palabras completas.
Por otro lado, la dislexia puede ir unida a otros problemas de aprendizaje escolar, tales como:
-La disgrafía (dificultades en la realización de los trazados gráficos que requiere la escritura)
-La disortografía (dificultades para reproducir correctamente las grafías que integran las palabras)
-Problemas de falta de atención y concentración.
-Falta de interés y motivación por el estudio.
-Fracaso escolar, con aversión hacia la lectoescritura.
Como consecuencia de ello, podemos encontrar algunos desajustes a nivel comportamental y emocional:
- Aumento de la falta de auto-confianza y de la frustración.
- Baja auto-estima.
- Aparición de conductas disruptivas o de inhibición progresiva.
Los niños pequeños tienen una conciencia muy escasa de los sonidos del lenguaje. Oyen una secuencia continua de sonidos, pero no son conscientes de que estos se pueden dividir en palabras, y estas últimas en sílabas y mucho menos que las sílabas pueden estar formados por uno o varios sonidos. Esta habilidad se llama conciencia fonológica y se puede desarrollar con el ejercicio.
Se ha comprobado que la conciencia fonológica facilita el aprendizaje de la lectura tanto en niños prelectores como en niños con riesgo de presentar dislexia. Por ello, facilitando precozmente los aprendizajes fonológicos, se pueden prevenir problemas lectores que aparecerían posteriormente.
Las actividades para adquirir conciencia fonológica son muy abstractas, porque se basan en estímulos que el niño no puede ver ni manipular, por lo que deben realizarse siempre a modo de juego, y a ser posible apoyándonos en láminas, fotografías, dibujos, etc. El orden que habría que seguir es comenzar con actividades de rima, continuar con la sílaba, y acabar finalmente con el fonema. Hasta la edad de 5 años es muy difícil que el niño consiga tener conciencia de los fonemas en todas las posiciones de las palabras.
Lo que los padres podemos hacer es:
-En primer lugar, realizar actividades verbales para desarrollar la conciencia fonológica, como, por ejemplo:
-Elegir una letra del alfabeto, comenzando con una letra que aparezca en el nombre del niño. Durante todo el día, buscar objetos que comiencen con esa letra.
-Inventar rimas para el nombre del niño(a); "Sara, bonita eres de cara"
-Hacer el sonido de una letra. Pedirle al niño que intente encontrar esa letra en un libro o periódico. Leer en voz alta la palabra que tiene esa letra.
-Describir las cosas que ve al aire libre, usando palabras que comiencen con el mismo sonido: "casa cuadrada", "perro pequeño", "bote bonito."
-Inventar una rima propia sobre algo de casa: "¡Al gatito chiquitito le picó un mosquito!"
-Escoger una canción o una rima que el niño se sepa. Cantarla en voz alta, aplaudiendo al ritmo de las palabras.
-Leer con él una historia que rime o cantar juntos una canción. Dejar que el niño vaya completando las palabras que riman.
-Recitar una rima infantil o poema, línea por línea. Pedirle al niño que repita cada una de las frases u oraciones después de que se le vayan diciendo.
-Inventar rimas de dos palabras acerca de objetos que haya en casa, como por ejemplo "silla pilla" y "taco flaco." Mejor si las rimas son cómicas.
-Con algunos juegos tradicionales de lenguaje oral también se desarrolla la conciencia de los sonidos:
- DE LA HABANA HA VENIDO UN BARCO CARGADO DE…
El primer jugador dice, por ejemplo "De la Habana ha venido un barco cargado de PATATAS" y a continuación hay que ir diciendo palabras que comiencen por PA, PE, PI, PO y PU.
-VEO-VEO
El primer jugador dice "Veo-Veo", el otro responde "¿Qué ves?". El primer jugador responde: "Una cosita". Se responde "¿Qué cosita es?". El primero contesta, por ejemplo: "Empieza por LA-". Hay que averiguar de qué objeto se trata. (Cuando el niño ya domine las sílabas se puede realizar utilizando letras, por ejemplo: "Empieza por L-".
-PALABRAS ENCADENADAS:
El primer jugador dice una palabra, por ejemplo PLANTA. El otro jugador debe decir una palabra que comience por la sílaba final de la palabra dicha (en este caso, por TA, como TAZA) y así sucesivamente: ZAPATO, TOMATE….
-Otros prerrequisitos son también importantes (atención, memoria, vocabulario). Eso significa que el niño debe estar abierto a experiencias variadas y sobre todo debe contar con la mediación de un adulto que vaya ayudándole a madurar esos aspectos. Algunas actividades caseras que desarrollan estos prerrequisitos:
-decirles el nombre de las calles por la que pasan; luego jugar a que les lleve a una calle.
-recordar nombre, apellidos y profesión de papá y mamá.
-aprender su número de teléfono y los de algún familiar o amigo
-localizar en las tiendas lo que van a comprar y cogerlo
-jugar con puzzles, barajas de familias, animales, etc.
-aprender los días de la semana y los meses del año
-buscar diferencias entre dos dibujos casi iguales
-observar durante un tiempo una lámina, foto..., y preguntarles qué cosas había, cuántas personas, qué ropas llevaban, qué tiempo hacía, etc.
-enseñarle canciones de corro, adivinanzas y refranes
-dedicar algún rato a contar chistes
-poner objetos sobre la mesa y decirle que cierre los ojos; esconder un objeto y cuando abra los ojos tiene que descubrir cuál falta.
-describirle un objeto de la casa. "Tiene cuatro patas y nos sentamos en ella cuando vamos a cenar", y que lo adivine.
-leer juntos una historia y hablar sobre ella. Hacerle preguntas para ver si se acuerda de algunos de los acontecimientos del cuento.
-recordar qué comió el día anterior en la comida y en la cena.
-cambiar objetos de su lugar habitual en una habitación de la casa y preguntarle si nota algo diferente.
-aprovechar todo tipo de salidas de la ciudad para explicarle por qué pueblos pasa y qué es lo que vemos.
-ver con él un programa de TV y preguntarle por los personajes, cómo se llamaban, qué cosas hacían, etc.
-preguntarle sobre una habitación con los ojos cerrados: color de las paredes, cuadros, muebles, otros objetos, etc.
-Debemos confiar en los profesionales de la educación y seguir sus orientaciones y propuestas de colaboración, de modo que tanto la familia como la escuela vayamos en la misma dirección.
-No todos los niños llevan el mismo ritmo, sino que hay liebres y tortugas, y lo importante es que cada uno alcance sus objetivos de acuerdo a la madurez que vaya adquiriendo; no debemos perder la paciencia ni atosigar al niño.
-Hay que propiciar en el niño el desarrollo de una relación positiva con lo escrito, asociando la lectura con situaciones placenteras: manipulación de libros, audición de lecturas por un adulto antes de dormir, leer a dos voces (el adulto lee el cuento, pero de pronto se calla, o el adulto lee un trozo y el niño otro, etc.).
-Demostrar al niño la utilidad de la lectura: viendo en el periódico a qué hora empieza un programa de TV, consultando los catálogos de juguetes, viendo la fecha de su cumpleaños en un calendario, leyendo una receta de cocina, escribiéndole notas para que haga recados, leyendo las notas que le entregan en el colegio, etc.
El niño comienza a acercarse a la lectura, sobre todo, cuando ve leer a los más próximos. Si nos ve leer habitualmente a los mayores, si le estimulamos para que presten atención a los escritos, pronto comenzarán las preguntas: "¿qué pone ahí?", "¿qué letra es esa"?. En este momento podemos decir que el aprendizaje de la lectura ha comenzado.
-Debemos proporcionarles libros. En los libros para los más pequeños predominan la ilustración y los elementos gráficos. Mediante los dibujos, los niños reconocen objetos, personas, animales... Algunos libros incluyen textos mínimos: palabras, frases sencillas, pequeños diálogos, repeticiones, palabras y frases sonoras. El sonido de las palabras puede ser un aliciente para la lectura de un libro: descubrir sonidos extraños, divertidos, cacofónicos... A estas edades gusta la repetición de sonidos, de palabras, de ideas ... Les gustan las historias de ficción o temas de la vida, pero siempre con predominio absoluto de la imagen. Los animales son uno de sus temas favoritos. Las historias deben ser sencillas y fáciles de predecir. Entre los libros que más interesan a estas edades destacamos:
-Libros juego: troquelados, con agujeros, ventanas, elementos móviles, diferentes texturas
-Libros de imágenes sin texto, con una secuencia narrativa lineal mínima donde ellos pueden recrear la historia
-Libros de imágenes con textos muy breves, con una o dos líneas impresas por página.
-Libros documentales o de información que les ayudan a descubrir el mundo que les rodea: plantas y animales, colores y formas...
-Libros para hacer actividades: dibujar, colorear o recortar
Si un niño presenta dislexia tiene necesidad de:
-Una evaluación temprana de sus dificultades realizada por el EOEP o Departamento de Orientación.
-Un programa de refuerzo o adaptación curricular centrado en las tareas de leer y escribir
-Un apoyo escolar, preferiblemente individual y especializado.
-La coordinación entre otros servicios (sanitarios, educativos)
-La colaboración familiar
El tratamiento de los problemas lectores debe centrarse en la recuperación del mecanismo que funciona deficientemente, por lo que el planteamiento terapéutico ha de ser obligatoriamente individual. Cuando las dificultades se centran en la ruta fonológica es imprescindible trabajar las habilidades de correspondencia de grafema a fonema. Por el contrario, si las dificultades se encuentran en el reconocimiento de palabras habría que trabajar con tarjetas en la que estén el dibujo y la palabra escrita.
En cuanto a la metodología es muy importante adecuar el ritmo a las posibilidades del niño, trabajando estas actividades de forma agradable, con sensibilidad a las necesidades globales del niño y propiciando continuamente el éxito en la tarea.
¿Qué podemos hacer los padres?:
-Solemos preocuparnos cuando nuestros hijos no leen como nosotros esperamos. Y, en ocasiones, nos preocupamos sin motivo. ¿Cómo saber si realmente falla algo? Consultando al profesorado de nuestros hijos. Sólo hablando y contrastando nuestras observaciones con ellos sabremos si existe retraso o aquello que nos preocupa forma parte de la evolución normal en el aprendizaje. Ellos no orientarán y nos indicarán qué hacer si nuestros hijos necesitan una ayuda adicional. Nuestra intervención sin consultar antes con los profesores puede llevarnos a errores como:
-Crear ciertas contradicciones entre el método de la escuela y el que empleamos en casa. Sin tener conciencia de ello, podemos presentar el sistema de escritura de manera muy diferente a la que esperan o están acostumbrados los niños.
-Emplear textos inadecuados por su extensión, por su interés o por su tema (tanto por exceso como por defecto).
-Introducir un ritmo de aprendizaje excesivo, quemando etapas y provocando un aprendizaje poco seguro o poco válido para resolver sus problemas, o creando incluso un cansancio innecesario.
-Repetir o enseñar lo ya sabido, provocando cierto aburrimiento.
-El papel más importante que tienen que cumplir los padres de niños que comienzan a presentar dificultades en la lectura quizás sea el de apoyo emocional y social. Una manera es reconocer que, debido a los problemas de aprendizaje, el niño ha tenido que esforzarse mucho más en su trabajo para alcanzar su nivel actual de lectura y escritura. También es importante comunicarle que se le seguirá queriendo, aunque no le vaya bien en el colegio.
-Los padres deben dejar muy claro al niño que puede tener éxito y animarle, ya que de lo contrario no pondrá de su parte el esfuerzo necesario para superar las dificultades.
-Si los padres también tuvieron problemas con la lectura sería bueno que compartieran con su hijo los problemas que sufrieron. Esto le hace al niño sentirse más normal.
-Es totalmente inadecuado e inútil compararle con algún hermano o compañero sin problemas. Conviene recordar que ambos son distintos y tienen sus cualidades, señalando algún área en que destaque.
-Es importante desarrollar la autoestima a todos los niveles. Puede hacerse dispensando al niño consideración positiva incondicional, en especial cuando se siente decaído o fracasado. Es fundamental evaluarlo por su propio nivel, esfuerzo y rendimiento.
-Antes de la lectura se le puede ayudar
-Recapacitando sobre lo que va a leer y para qué está leyendo: entretenerse, localizar un dato…
-Ayudándole a recordar lo que sabe sobre el tema tratado o sobre asuntos relacionados.
-Fijando su atención sobre las marcas del texto que proporcionan información sobre su estructura: índice; títulos y subtítulos; capítulos y apartados; subrayados, negritas…
-Durante la lectura se le puede ayudar:
-Llamando su atención sobre imágenes y esquemas que acompañan el texto, señalando la relación entre ambos.
-Estimulándole a que hable y cuente lo que está leyendo.
-Preguntándole si está encontrando problemas y ayudándole a concretar qué es lo que no entiende y dónde puede residir el problema: en el vocabulario, en la estructura de las frases, en el tema…
-Dándole soluciones cuando no comprende algo: la relectura, la lectura del contexto, la consulta del diccionario o de otro libro para ampliar conocimientos...
-Después de la lectura se le puede ayudar:
-Conversando sobre la lectura, averiguando qué pasajes han sido más complicados y por qué.
-Contrastando, cuando lo haya, el índice del libro con lo que ha aprendido, haciendo notar la ventaja de revisar títulos y epígrafes para recordar y elaborar el propio resumen mental
-Indicándole que puede anotar sus dudas y debe saber plantearlas en clase (especialmente en la realización de trabajos escolares).
-Recordando el vocabulario nuevo y comprobando que ha aprendido su significado.
-Orientándole cuando trata de hacer un resumen e invitándole a sacar conclusiones, a ordenar una historia, a hacer un esquema.
-Realizar diariamente un trozo de lectura de manera simultánea con el niño, de modo que se le ofrezca un modelo correcto para aprender e imitar.
- También puede resultar de mucha utilidad grabar las lecturas del niño, con objeto de que él mismo pueda escuchar el progreso alcanzado.
-A veces es completamente imposible y hasta desaconsejable que los padres ayuden a sus hijos. La situación se torna en ocasiones tan cargada de ansiedad que los padres o el niño pierden la calma, con lo que la situación de aprendizaje se vuelve aversiva, perdiéndose aún más el interés por la lectura. En esos casos, sería preferible una ayuda extraescolar.
-Pero tampoco hay que perder de vista que el niño necesita tiempo para relajarse, para dedicarse a alguna otra actividad y para "desconectar".
Autor:
José Manuel del Toro Pérez
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